Por Hector Williams Zorrilla, psicólogo y profesor universitario
Los/as bebés pequeños sueltan y dejan ir las cosas con facilidad asombrosa. Un/a niño/a hasta los 2 años de edad muestra muy pocos apegos, excepto a sus cuidadores y fuentes de su alimentación y seguridad física.
Los adultos aprendemos y desarrollamos una gran cantidad y variedad de apegos. Ahora, debido a las investigaciones de las neurociencias, sabemos que los apegos se originan y emanan de conexiones neuronales de nuestros cerebros, que se aprenden mediante hábitos repetitivos. Es decir, conexiones neuronales disparadas constantemente que se traducen en emociones y conductas repetidas. Es exactamente aquí donde nacen y se desarrollan nuestros hábitos, los cuales incluyen los hábitos de apegarnos.
Desde el punto de vista psicológico básico, nos apegamos porque los apegos traen algunas formas de recompensas positivas a nuestros sistemas emocionales y conductuales.
Y luego que estas conexiones neurales están establecidas, nos apegamos para recibir la recompensa de seguridad física, seguridad espiritual, seguridad económica, seguridad afectiva (cariño y amor), seguridad romántica y sexual, seguridad psico-emocional, y hasta seguridad socio-cultural.
Las mayorías de estos apegos son “necesarios” para un desarrollo psico-social saludable en el diario vivir de las personas adultas que nacen, se desarrollan, y mueren en sociedad con otros seres humanos.
Incluso, algunos apegos son importantes para una adecuada salud mental, y para desarrollar y establecer relaciones humanas y de otras índoles saludables y satisfactorias como seres adultos responsables. Por ejemplo, los humanos que deciden ser padres tienen que desarrollar cierta forma de apego a sus proles.
Pero el aprendizaje de los apegos necesita exhibir homeostasis, balance, y equilibrio para que funcione saludablemente. De lo contrario, los apegos producen resultados opuestos a la homeostasis natural de la vida.
Algunas personas aprenden y manifiestan apegos enfermizos y psico-patológicos que impiden a sus víctimas vivir vidas saludables y felices.
Por ejemplo, hay personas que aprenden que amar a otra persona y recibir amor de ella, es recibir maltratos y abusos de esa persona, porque según la percepción distorsionada aprendida, esa es la manera cómo esa persona muestra su “amor”, y esa es la manera “correcta” de ser amado. Y la persona en el otro lado, aprendió que dando maltratos y abusos es la manera “correcta de amar” a una persona. La típica relación sadista y masoquista “complementada mutuamente”.
Existen además, apegos fónicos y a miedos irracionales que impiden vivir vidas plenas y felices a las personas que los padecen.
En las relaciones amorosas, hay apegos románticos enfermizos, dañinos, y hasta peligrosos, que hacen creer que ese lugar y esa persona es la única “fuente de amor” que la vida puede proveerle a las personas que se encuentran dentro de esas relaciones tóxicas.
Hay también, apegos enfermizos al dinero, a las comidas, al placer corporal incluyendo las actividades sexuales, a los juegos dañinos, al alcohol, y a las drogas.
Todos estos apegos empiezan como “conductas inocentes”, y algunos casos se tornan monstruos difíciles de deshacerse de ellas sin ayuda profesional competente.
Todas las formas de apego están conectadas con los rasgos de la personalidad de las personas. Y en última instancia, sabemos que los apegos dependen y se originan en conexiones neuronales del cerebro que se han aprendido por repetición habitual y consistente.
Pero la psicología 101 tiene una buena noticia: aún los apegos enfermizos y dañinos a la salud mental pueden desaprenderse. Todas las conductas que aprendemos mediante el uso repetitivo de nuestras conexiones neuronales, las podemos desaprender disparando otras conexiones neuronales en nuestros cerebros flexibles a nuevos aprendizajes.
A veces para lograrlo, se necesita la colaboración de profesionales competentes, pero las capacidades para cambiar estas conexiones cerebrales las poseemos nosotros mismos.
Una parte importante en el aprendizaje de nuevas conexiones neurales es soltar y dejar ir. Soltar y dejar ir lo que ya no se necesita en la vida es una experiencia humana liberadora. Y esta experiencia posee el poder natural de incrementar nuestros niveles de satisfacción y felicidad.
Un cerebro con conexiones neuronales felices, es un cerebro que aprende a soltar y a dejar ir todo lo que es dañino y perjudicial para vivir una vida con balance, homeostasis, y equilibrio.
Y esa vida con balance, equilibrada y feliz, es la vida que todos los seres humanos merecen vivir sobre esta tierra. Incluyendo el lector de esta corta reseña.
Solo tienes que empezar a soltar y dejar ir, y el resto lo hará tu cerebro, ese órgano mágico y maravilloso que es quien realmente lidera y controla tu vida.
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