Psicología 101: Las emociones del miedo, la vergüenza y la culpa, se almacenaron en las conexiones cerebrales en la niñez, para enseñarnos lecciones importantes de la vida…
Por Hector Williams Zorrilla, psicólogo y profesor universitario
La emoción del miedo nos enseñó a sobrevivir, a protegernos de los peligros y de las amenazas inminentes a la vida.
La emoción del miedo nos enseñó a poner barreras o límites saludables, a discriminar situaciones, circunstancias y personas peligrosas y dañinas para nuestras vidas.
La emoción del miedo sigue cumpliendo propósito de protección y cuidado de la vida, y a niveles moderados y saludables, nos continúa enseñando a ser cautos, precavidos, cautelosos, y a protegernos de peligros inminentes.
Pero el miedo psicopatológico, enfermizo y paralizante, y que raya en las líneas de las fobias, tiene que ser tratado profesionalmente con el propósito de superarlo.
La emoción del miedo paralizante y angustiante, que impide expresar y desarrollar la vida en su plenitud, disfrutar sanamente del vivir cotidiano, y expresar los talentos naturales que poseemos, es una cadena y una prisión que impide vivir la vida como tiene que vivirse. Este grado de la emoción del miedo nos esclaviza y nos paraliza, y especialmente, nos impide ser personas plenamente felices.
La emoción de la vergüenza nos enseñó valores importantes, como el pudor, la decencia, y la pulcritud, y cómo podemos proteger y cuidar de nuestros cuerpos. Esta emoción nos enseñó a poner límites saludables sobre cómo percibimos nuestros cuerpos, como los exhibimos al público, y cómo, cuándo, quién y por qué permitimos caricias en nuestros cuerpos.
La emoción de la vergüenza inhibitoria que impide expresar las emociones saludables de forma física por medio del cuerpo, no es saludable. Este grado de la emoción de la vergüenza nos prohíbe disfrutar de los placeres saludables del cuerpo, como es disfrutar de las actividades sexuales naturales con nuestra pareja romántica. Este nivel psicopatológico de la emoción de la vergüenza nos prohíbe abrirnos a nuevas posibilidades en la vida, que pueden ser de trabajo, profesionales y de otras índoles, y que podrían ser más beneficiosas y satisfactorias para nosotros.
La emoción de la culpa cumplió papeles importantes para enseñarnos a discriminar el valor de la verdad en comparación a lo falso, a lo que es correcto moralmente frente a lo que es moralmente incorrecto, a relacionarnos socialmente con humanidad y con conductas civilizadas, a tratar a los demás como deseamos ser tratado. La emoción de la culpa es la piedra angular de la civilización “Cristiana” del mundo occidental.
Pero la expresión psicopatológica de la emoción de la culpa trae confusión, obnubilación racional, angustia y malestar existencial, falta de claridad espiritual, y conductas inhibitorias que pueden obstaculizar y paralizar el funcionamiento natural de las emociones del cuerpo humano.
La emoción de la culpa expresada psicopatológicamente tiene que ser tratada profesionalmente. Este grado de la expresión de la emoción de la culpa es dañino, agustiante, y peligrosa socialmente. La culpa psicopatológica paraliza, y es provocadora y originadora de intensa infelicidad existencial.
Hechos y situaciones desastrosas que han provocado los humanos, algunos registrados en la historia humana, se han originado en un sentido y en la expresión psicopatológica de la emoción de la culpa.
En toda depresión profunda existe un sentido frustrante y angustiante de culpa psicopatológica.
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