**Por Hector Williams Zorrilla
(**tomado del nuevo libro "La Psicología del Amor-El amor romántico: Aprender a amar" de mi autoría en las páginas 110-212)
Todos los enamorados se enamoran para maximizar a su identidad, o su auto-estima…
La experiencia vital de amor es una emoción, y como tal, todas sus expresiones son emocionales. Y la prueba más fehaciente de ello lo tenemos en el amor erótico. La primera etapa de su ciclo, el enamoramiento, es una emoción que sigue todas las reglas de las demás emociones: la vergüenza o timidez, la ira o enojo, los celos, el temor o miedo, el odio o rencor, etc.
El objetivo básico de las emociones es el siguiente: todas ellas maximizan la autoestima. Este es el primer y básico significado de sus expresiones. La emoción del enojo al expresarse dice: “has invadido mis espacios, te has introducido en ellos sin mi permiso y los has violentado. Con mi enojo o ira estoy tratando de hacerte sentir mal, de la misma manera que tú lo hiciste conmigo”.
Todas las emociones son defensas utilizadas por la autoestima. Y los dos componentes del enamoramiento, la emoción amorosa y la atracción sexual, también los son a gran escala. La emoción del enamoramiento puede ser una combinación de la identificación, la proyección, la sublimación, la compensación, la regresión, etc., pero en este punto, ese hecho importa poco en contraste con la realidad de que ella es una emoción que procura maximizar la autoestima de la persona que la expresa.
Todas las otras emociones procuran maximizar la autoestima utilizando el rechazo o la separación, es decir, concentrándose en el “sí mismo”. Con las manifestaciones de todas las otras emociones, las personas reúnen sus energías alrededor de “sí mismas”, de sus identidades, como recursos defensivos a cualquier amenaza externa. Eso es lo que sucede con la vergüenza, el temor, el odio, los celos, etc. Con la emisión de todas estas emociones, las personas se retiran, se separan de sus objetos amenazantes y se concentran en sí mismas.
Pero, con la emoción del enamoramiento sucede lo contrario, y aquí está una de las grandes paradojas que complican su existencia.
Cuando yo expreso la emoción de timidez, yo estoy diciendo: “oye, me siento amenazado (a) por ti, así que te pido sutilmente que te alejes y me permitas disfrutar de mi propia autovalía”. Pero cuando yo expreso la emoción del enamoramiento digo: “oye, me siento profundamente atraído (a) por ti, así que te pido que me permitas compartir mi autovalía con la tuya”. En otras palabras, la emoción del enamoramiento reclama la creación de un sí mismo compartido o “ego á deux”.
La búsqueda de vínculo, de creación de “sí mismo” compartido, es la explicación básica dada a la pregunta: ¿por qué las personas forman parejas amorosas? Mi idea es la de que, las parejas se forman en los espacios o vínculos psicosociales que sus miembros establecen cuando cada uno encuentra su otro yo.
Las percepciones positivas que cada participante de la pareja ve en su otro yo, son las responsables o el punto crítico que lleva a la formación de la pareja optativa. Son las percepciones positivas hacia ese otro yo descubierto las que permiten a sus miembros elegirse mutuamente entre otras alternativas que ellos pudieran tener.
Relacionada con la idea de examinar la emoción del enamoramiento como la creación de mi “yo” compartido está la de Winch (1958), y su teoría de necesidades complementarias; Murstein (1961), quien dice que la pareja está compelida por necesidades similares; Kubie (1956), habla de las discrepancias entre las demandas conscientes e inconscientes de los miembros de la pareja; Framo (1970), lo explica basándose en que las parejas se relacionan con un contrato psíquico de doble vía que implica acuerdos transaccionales; Bowen (1966), dice que las personas tienden a formar parejas con otra que tenga el mismo nivel básico en la diferenciación de su personalidad; Napier (1978), expone que cada miembro de la pareja tiende a escoger a su peor pesadilla; Solomon (1981, 1988), plantea que el amor es la creación de identidad compartida a través de las ideas, los juicios y los valores de sus participantes.
La expresión de la emoción del enamoramiento en la creación de ese yo compartido estremece los cimientos mismos de la personalidad de sus participantes. No por la idea bastante popular que indica que los seres humanos nos sentimos y percibimos solitarios y separados hasta que no encontramos una pareja erótica, de la cual se deriva el presupuesto de que todos los seres humanos necesitan y buscan a “su otra mitad”.
La personalidad se sacude en el proceso de la creación del yo compartido posiblemente por lo contrario: el sobre-énfasis cultural que promueve la invasión de sus espacios, entre otras razones. Porque la emoción del enamoramiento no es pasiva, ni receptiva, sino reactiva, activa, dinámica y, sobre todo, creativa. Ella es la responsable de la creación de la pareja amorosa. Ella provee el esperma y el óvulo para su fecundación, aunque otros elementos en el ciclo procesal del amor asumen responsabilidades en su crecimiento.
Tengo que hacer una aclaración pertinente respecto a la autoidentidad y la autoestima, dos realidades que difieren cualitativamente.
La primera se refiere a la estructura del yo; la segunda a los valores del yo. Posiblemente en muchas personas, la expresión de la emoción del enamoramiento implique la creación de la estructura del yo, pero la mayoría de las personas tienen sus autoidentidades o las estructuras de sus yoes suficientemente establecidas en el tiempo cuando la emoción del enamoramiento se manifiesta. Son los valores del yo o la autoestima, la creación compartida, que los amantes intentan maximizar con la expresión de la emoción del enamoramiento” (Páginas 110-112).
**El autor es psicólogo, profesor universitario y escritor
Life is beautiful. La vida es bella...
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